Ante la liberación de los derechos del personaje, las sorpresas no se dejan esperar

Mickey Mouse, símbolo imperecedero de Disney, pasa por momentos complicados desde 2024. En específico, cuando su versión del corto de 8 minutos, Steamboat Willie de 1928, pasó al dominio público. Por lo que la empresa perdió todos los derechos sobre la reproducción y uso de su imagen. Como era de suponer, de inmediato hubo una serie de proyectos alrededor de la emblemática figura. Y, como no podía ser de otra manera, la inevitable película de terror protagonizada por el personaje.

La llegada de Mickey Mouse al ámbito de terror solo fue cuestión de tiempo. Screamboat: El barco del terror de Steven LaMorte, llegó a los cines en abril de este año y aunque no recibió una crítica especialmente entusiasta, sí logró sorprender. Eso, al convertir al querido Mickey Mouse en una criatura de pesadilla, capaz de los actos más violentos, aborrecibles y truculentos. ¿Un dato curioso? La entidad, creada a partir de efectos prácticos y digitales, está interpretada por David Howard Thornton, el famoso Art, el payaso de la trilogía Terrifier

Steven LaMorte no pretende engañar a nadie. Sabe perfectamente el tipo de película que está haciendo, y Screamboat: El barco del terror no intenta escapar de su naturaleza absurda. A diferencia de muchos productos de explotación que se disfrazan de homenaje, esta cinta abraza su ridiculez como si fuera una virtud estética. Su protagonista humana, Selena (Allison Pittell), es una diseñadora de moda agotada que intenta sobrevivir en una Nueva York tan exagerada que parece salida de un musical de los años treinta.

Con una premisa semejante, el humor se balancea entre lo absurdo y lo autoconsciente: Willie tararea Pop Goes the Weasel en lugar de melodías de Disney, y las referencias más obvias se convierten en chistes internos sobre copyright y decadencia cultural. No es una película buena, pero tampoco pretende serlo. Es el equivalente cinematográfico de un meme con presupuesto: breve, grotesco y divertido en la medida justa. Su mayor mérito es recordar al espectador que el terror puede ser, también, un acto de vandalismo cultural. 

Aunque su paso por salas no fue del todo desdeñable — se estrenó en 600 salas estadounidenses y recaudó unos decentes dos millones—, a la película le ha llevado tiempo llegar a otros formatos. Por lo que supuso que transcurrieran algunos meses que, finalmente, engrosara el catálogo —o en este caso, el servicio de alquiler y compra VoD— de varias plataformas. De hecho, todavía no se incluye en ninguna suscripción, pero se puede comprar y alquilar a un módico precio.

Fuente: Hipertextual

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